La aparición de la Neuropedagogía está estrechamente relacionada con la aparición de la Neurociencia, término que reúne un compendio de disciplinas científicas que se encargan del estudio del sistema nervioso central y patológico (Anatomía, Embriología, Fisiología, Bioquímica, Farmacología, Psicología y Neurología) y en el que, en la actualidad, intervienen otras disciplinas científicas más modernas. Además, últimamente se están incluyendo las ciencias de la Computación o la Bioingeniería.
Esta interdisciplinareidad, que pretendía compaginar el trabajo de los científicos básicos y clínicos, se hizo especialmente patente en la década de los sesenta y principios de los setenta con iniciativas como la fundación de la Organización Internacional de la Investigación del Cerebro (IBRO), la implementación del programa de enseñanza de esta disciplina, Neuroscience Research Program, en el Instituto Tecnológico de Massachusetts, Cambridge (Massachusetts, Estados Unidos), o la creación de la Sociedad de la Neurociencia, también en Estados Unidos (Paz et al. 2019, p. 209).
Aunque su origen tiene un significado biomédico importante, marcado por el estudio del sistema nervioso desde distintas especialidades, en la actualidad es esencial para muchas otras disciplinas como la Ética, Economía, Política o Educación (Farah, 2013).
El sistema nervioso está formado por el cerebro, la médula espinal y las redes neuronales. El objetivo de la Neurociencia es comprender cómo funciona el sistema nervioso para producir y regular las emociones, los pensamientos y los comportamientos, así como las funciones corporales básicas (Kandel et al. 2013). El sistema nervioso es la red a través de la cual viajan los mensajes que llegan y salen del cerebro, que es el encargado de tomar decisiones.
During the twentieth century we witnessed the most revolutionary period in the growth and settlement of Neuroscience as a discipline, both in research and in the clinic. Such was the prominence of this science, that the last decade of the 90s was defined as “The decade of the brain”. To emphasize this, Kolb makes a reflection that subscribes to this idea: “The twentieth century belongs to Neuroscience”.
Sin embargo, una de las principales paradojas que se derivan de este auge es la evidencia de que nuestro conocimiento, respecto al funcionamiento del cerebro, es que todavía nos queda mucho por averiguar (Howard-Jones, 2014).